lunes, 20 de agosto de 2012

Caminos a la consciencia


Hace un mes se dijo que los hombres tienen una máquina o cuerpo que puede ser de  distintos tipos, básicamente regidos por la manera en que funcionan sus glándulas endocrinas y con diferente nivel de actividad en sus centros para cada individuo.

Cuando uno tropieza con esta información, a veces puede dedicar tiempo y esfuerzos en tratar de entender estas teorías, quizás con la expectativa de que al comprenderlas estará a un paso de transformarse en un ser distinto y más poderoso, quizás hasta inmortal.

En cierta etapa de la búsqueda, este nuevo conocimiento puede otorgar un nuevo punto de vista sobre la situación general del hombre y sugerir muchas nuevas comprensiones.  Sin embargo, a la luz de ciertas evidencias que puede encontrar en el estudio, el tema no parece ser el más relevante para llegar a ser este ser distinto que busca.

Porque la característica más importante de cualquier máquina humana, centrada en la función que sea, es su imposibilidad de estar libre de imaginación con solo proponérselo. El hombre no tiene, corrientemente, la voluntad necesaria para eso. Por lo tanto, aunque pueda experimentar momentáneamente la presencia de su Ser Superior o verdadero Yo, debe someterse a resignarse a que la imaginación lo domine de nuevo.

Por alguna razón, sin embargo, la humanidad ha tenido caminos a la consciencia, al  despertar de la divinidad interior, que se relacionan con los que en la nota anterior a la que ahora nos referimos, llamamos centros de gravedad.

El llamado primer camino es el que Gurdjieff llamó camino del fakir, donde se busca el desarrollo de la consciencia tratando de dominar el centro instintivo-motor, las picas o tréboles de las cartas de juego, procurando encontrar, a través de ellos, la emotividad necesaria como para generar la presencia de su Ser Superior.

Rodney Collin, el discípulo más avanzado de Ouspensky, lo describe de manera magistral mencionando que este toma lo que en occidente se conoce como ascetismo y que, quien trata de seguir este camino, básicamente usa técnicas de hatha-yoga, tratando de dominar sus funciones físicas y venciendo al dolor que esto implica. Dice que trata así de transmutar este dolor en voluntad.[1]

Fakir en Benarés, India, 1907 –
Foto de Herbert Ponting – Wikimedia Commons

Rodney Collin dice, sin embargo: “En este camino, no entran ni la cuestión del motivo ni la de la comprensión. El fakir puede estar ganándose la vida de la única manera posible para él; el anacoreta que se tortura puede estar tratando de olvidar una mujer; el atleta o acróbata superlativo puede tener hambre de publicidad. No importa. Llevar al cuerpo consistentemente más allá del dolor y morir para el miedo a la muerte es un hecho irrespetuoso de los motivos. Quien lo haga puede crear un alma. Su alma está hecha de valentía.[2]

El llamado segundo camino es el camino del monje.  En él el aspirante trata de trabajar con una mezcla de lo que se llaman misticismo y caridad. Collin dice que es el camino  de lograr consciencia dominando la función emocional, dominando el miedo. En él recibe situaciones que, en general, lo fuerzan a superar su miedo o su desagrado tratando de encontrar el amor, el éxtasis. Puede aceptar la pobreza, el celibato, la obediencia a un superior, puede separarse del mundo privándose de ciertas emociones, a cambio de hallar en él una emoción más elevada.

San Francisco de Asís, Francisco de Zurbarán, c. 1645 –
Museo de Bellas Artes de Lyon – Wikimedia Commons

Dice Collin sobre este camino: “Aquí, está claro, el motivo  es de importancia primaria aunque la comprensión no lo sea.Un hombre que sea caritativo con el fin de que piensen bien de él, no adquirirá nada aunque todas sus inclinaciones naturales sean sacrificadas en el proceso.Porque en este camino es la emoción y no el hecho lo que gira la llave. Sin emoción positiva todo esfuerzo visible será fingido, obstaculizando más que ayudando al crecimiento interior; con amor el resultado puede obtenerse sin que un hombre se de cuenta siquiera de la dificultad de lo que hace. Su alma está hecha de bondad.”[3]

El tercer camino, que Gurdjieff llamó camino del yogui, es el del trabajo sobre el control de los pensamientos, sobre el dominio de la función intelectual o de los diamantes en el mazo de cartas de juego. Es lo que los antiguos griegos llamaron la filosofía. Rodney Collin nos recuerda que “en este camino un hombre se dedica a sujetar el vagar sin sentido de la mente al patrón de las leyes cósmicas” y que trabaja tratando de dejar de lado sus propias ideas subjetivas buscando la objetividad de su conocimiento.

Platón, Anónimo – Museo Pio Clemetino, Vaticano –
 Foto de  Marie-Lan Nguyen (2006) – Wikimedia Commons

Dice que: “Para tener éxito en este camino, un hombre debe comprender lo que hace y por qué. Debe sacrificar el engaño de sí, el prejuicio y la inconsistencia. Su alma debe estar hecha de sabiduría.”[4]

Un hecho relevante es que todos estos caminos requieren ambientes especiales: la cercanía de un maestro directo, un monasterio, una academia de estudios… Pero como no todos pueden  estar en situación de conseguir estas condiciones especiales y, lo que es más importante, no todos pueden recordar lo aprendido allí en el cambiante momento a momento de la vida, hay aún un cuarto camino a la consciencia. En él, el hombre debe trabajar con lo que ofrezca cada instante de su vida, tratando de conseguir la energía emocional necesaria para evocar su Ser Superior. A cada momento, mientras vive su vida, trata de que este Ser, su Ser verdadero, esté presente. 

Cuenta para ello con ‘yoes’ de trabajo, que tratan de ayudarlo a ser dueños de su vida enfrentando al incesante torrente de imaginación que conforman los ‘yoes’ que de manera mecánica intentan ocupar todo su espacio psicológico. Con estos ‘yoes’ puede librar su batalla, segundo a segundo… Más adelante veremos que esto le da una posibilidad.  Que esto es la “píldora del hombre astuto” de la que hablaba Gurdjieff…

Respecto al Cuarto Camino, Ouspensky, uno de sus más prolíficos ecritores de obras dedicadas a su difusión, mantiene el siguiente diálogo:

P: ¿Cualquiera puede tomar el cuarto camino?
R: No, porque necesita comprensión y esfuerzos. Uno debe estar preparado para hacer esfuerzos.
P: ¿Cómo puede alguien decir si ha encontrado el camino correcto para él?
R: Por los resultados. Usted encuentra un sistema y comienza a trabajar. Luego de un tiempo será capaz de decir lo que ha obtenido de él… Uno no puede conseguir nuevas ideas de manera correcta sin un cierto cambio.”[5]

Hasta la próxima.

Hugo F.



[1] Rodney Collin, The Theory of Celestial Influence, Arkana-Penguin Books, 1993, Cap XV, II, page 237+ [Teoría de la influencia celestial, traducción propia, pág. 237+].


[2] Obra citada, pág. 238.  
[3] Obra citada, pág. 238.
[4] Obra citada, pág. 239.
[5] Peter D. Ouspensky, The Fourth Way, Chap. 4,  [El cuarto camino, Cap. 4, traducción propia].




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miércoles, 1 de agosto de 2012

Recuerdo de sí, boletín de agosto de 2012


Agosto de 2012



















Trabajando con grupos de ‘yoes’

Cuando nos embarcamos en el camino de la evolución espiritual, con frecuencia tenemos una idea de cuáles son nuestros obstáculos principales. Podemos creer que estamos demasiado apegados a las cosas materiales o a los demás, o que tenemos debilidades individuales y horribles que nos frustrarán, o bien que la era de los grandes maestros y enseñanzas pasó.

Mientras aprendemos –muy lentamente– que los esfuerzos efectivos son en gran parte internos e invisibles, empezamos a ver que nuestros únicos obstáculos reales son también internos. Como dijo Jesús: “Los enemigos del hombre estarán en su propia casa.” Pero hasta estos enemigos puede que no sean los que pensamos que son. Todos tenemos debilidades personales, pero compartimos una dificultad más grande en común con todo ser humano que haya vivido jamás. El Cuarto Camino la llama “imaginación.”

La imaginación, como se la usa en el trabajo, se refiere al flujo casi incesante, automático de pensamientos a través de la mente. Porque el verdadero pensamiento es una actividad intencional y disciplinada; es más exacto llamar a ese flujo ‘yoes’ en lugar de pensamientos y, de hecho, a menudo dicen ‘yo.’ “Yo tengo hambre.” “A mí no me gusta esto.” “Ojalá yo pudiera...” “Si solo yo no tuviera...” En este boletín examinaremos una manera diferente de observar y combatir la imaginación: observándola como grupos de ‘yoes’ antes que como pensamientos aislados.

“Aquellos que no observen los movimientos de sus propias mentes deben, por necesidad, ser infelices.” Marco Aurelio

Muchos de los ‘yoes’ que constituyen el flujo de la imaginación son respuestas azarosas a los estímulos, el ruido de fondo de la mente. A menudo son respuestas automáticas a otros ‘yoes.’ (¿Quién le habla a quién?) Pero algunos ‘yoes’ llevan más energía y esos ‘yoes’ parecen conectarse con áreas de profundo apego o “identificacion.”  Dominan nuestra atención. A veces verdaderamente nos atormentan. Estos ‘yoes’ pueden ser más organizados, en el sentido de que llegan en batallones y duran más tiempo.

“¡Cuando llegan las penas, no vienen como espías únicos, sino en batallones!”  
William Shakespeare

Cuando comenzamos a ver los ‘yoes’ en grupos, empezamos a ver nuestros temas favoritos: los hijos, el trabajo, preocupaciones de dinero, la salud, las relaciones. Otros pueden conectarse con emociones negativas repetitivas como la justificación de sí mismo, el miedo o la lástima de sí mismo. Algunos grupos repiten escenas difíciles de nuestro pasado, o se concentran en injusticias que hayamos sufrido o en errores que hayamos cometido. Estos ‘yoes’ son nuestro canto de las sirenas interior y, como Odiseo, necesitamos atarnos al mástil para resistirlos.

“La presión ejercida por los pensamientos intrusos es extraordinariamente fuerte.”  
Siluán el Athonita

La imaginación actúa como la serpiente de la Biblia, tendiéndonos esa manzana. Es fascinante observar cómo ciertos temas tentadores aparecen ni bien hacemos un esfuerzo por estar presentes. Podemos estar usando la oración interior, o esforzándonos por estar presentes a un concierto, a una interacción con un amigo o al camino frente al parabrisas... ¡y listo! Aparece un grupo familiar de ‘yoes’ comentando el progreso del esfuerzo, ofreciendo percepciones profundas e inteligentes sobre la obra o volviéndose un éxtasis religioso o estético. Eso es el zorro disfrazado de oveja.

“Cuando un monje estaba practicando la oración interna mientras viajaba en el desierto, dos ángeles vinieron y caminaron a cada lado de él. Pero él no les presto atención, porque no deseaba perder lo que era mejor.” Evagrios el Solitario

Después de cierta observación tendremos una “breve lista” de nuestras categorías de imaginación más comunes. No son realmente tantas. ¡Esto puede ser útil! En lugar de batallar con los ‘yoes’ de a uno por vez, en nuestro esfuerzo por penetrar el presente, podemos soltar todo el grupo de una vez ni bien sintamos el “sabor” de ese tema llegando a nuestro mundo interior. Esto tiene el efecto de socavar, con el tiempo, la fuerza de la imaginación. El velo se hace más delgado, más permeable.

Y tratar con los muchos ‘yoes’ como grupos trae más orden a nuestra psicología. El número y la aparente variedad de ‘yoes’ puede crear la ilusión de que tenemos una rica vida interior. Cuando verificamos qué repetitivos son los ‘yoes,’ estos se vuelven menos interesantes y la experiencia del presente más deseable.

“¿Qué tienen que ver contigo? Solo míralos y déjalos pasar.” 
Dante Alighieri

Los muchos ‘yoes’ empujan apurados para llenar el vacío que crea la ausencia del Ser, que se manifiesta en silencio en la presencia. Ver nuestros ‘yoes’ en grupos nos ayuda a poner una cuña de consciencia entre la imaginación y la realidad de ese Ser sin palabras.  De repente podemos ponernos aparte y mirar nuestros propios pensamientos. No son reales. No son quienes somos. ¿Podría haber algo más drástico que eso?

“Cuando la mente está en silencio, entonces  puede entrar a un mundo que está más allá de la mente.”  Upanishads

Jeanne C.



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