domingo, 1 de diciembre de 2013

Recuerdo de sí, boletín de diciembre de 2013


Diciembre de 2013


























El actor principal y el niño
 


En verdad, solo los niños pequeños entrarán a los Cielos.
Bernardo de Clairvaux


El rasgo principal es “la manera fundamental en que las personas se ven a sí mismas y al mundo y afecta, virtualmente, todas sus acciones” (Girard Haven). La palabra fundamental no está elegida a la ligera. Cada uno de nosotros tiene un rasgo principal, una debilidad principal, que constituye el eje alrededor del cual gira nuestro ser inferior y su falso cuadro de quiénes somos. No hablamos aquí de alguna decoración, de alguna excentricidad ni de adornos brillantes en nuestra repisa psicológica. Hablamos de la estructura subyacente profunda, de los cimientos, de las paredes principales, las vigas y el cemento existencial del ser inferior.


Lo que es importante no es el rasgo principal en sí, sino lo que este produce
y lo que Ud. puede estudiar en la forma de actitudes.
P. D. Ouspensky


El rasgo principal es con frecuencia determinado por nuestro tipo de cuerpo, este último un estudio aparte en sí mismo. Pero en un bosquejo amplio, este rasgo determina cómo vemos lo que es más o menos importante, qué hay para admirar en la vida, cómo consideramos a aquellos supuestamente más débiles o fuertes que nosotros, cómo reaccionamos en las distintas situaciones: si buscamos o evitamos la confrontación en las candilejas, qué dispara nuestras emociones negativas favoritas, etc. Es nuestra actitud emocional para con nosotros, el modo fundamental en que sentimos hacia nosotros mismos y la vida. Y no lo vemos porque estamos inmersos en él.

Además del rasgo principal, tenemos uno o dos rasgos que lo apoyan y proveen topes para él (los topes son mecanismos internos para evitar ver la verdad sobre nosotros). Por ejemplo, el rasgo de vagabundo (la ausencia de valores) puede funcionar bien con el rasgo de miedo. Esencialmente, en la raíz, tenemos miedo de hacer algo. Pero en lugar de ver esta verdad desagradable en un momento particular, imperceptiblemente nos deslizamos hacia la actitud de: “Bien, de todos modos no vale la pena.”

Y, para todos nosotros:

La vanidad es un rasgo fuerte en todas las personas.
Si no es el rasgo principal de uno, es el segundo rasgo de todos.
Robert Earl Burton


Cualquier cosa que impida los propósitos y lo patrones de topes de nuestros rasgos, puede encender nuestras emociones negativas. Este es el lazo entre los rasgos y la negatividad: nuestras actitudes. Los rasgos determinan actitudes y estas, a su vez, determinan nuestras emociones negativas. Cuando no conseguimos lo que estas actitudes quieren, o cuando conseguimos lo que no quieren, la negatividad llega a continuación. Lo que resulta increíble es que, a pesar de su usurpación de nuestras vidas y funciones, del sentimiento de nosotros mismos, el rasgo principal sea precisamente lo que no somos.  

El rasgo principal ocupa el espacio que por derecho pertenece al recuerdo de sí.
Robert Earl Burton

 
Nuestra repuesta natural a este conocimiento es, por supuesto, ser intrigante; de inmediato deseamos saber cuál es nuestro rasgo principal. Sin embargo, aún si alguien nos lo dice, esto puede que no nos ayude mucho. El nombre es solo una etiqueta, un ayudamemoria para un gran país sin descubrir. Es necesario verlo por uno mismo, a través de paciente observación: las ramificaciones de nuestros rasgos, las actitudes que determinan, y cómo estas se conectan con nuestras respuestas automáticas y emociones negativas favoritas. Y tal como Goethe condujo su estudio de los colores –con profundidad exhaustiva práctica, basada en lo que él podía ver en realidad con sus propios ojos– necesitamos  evitar cuidadosamente perdernos en la manipulación de ideas o en saltar hacia las conclusiones. El método de Goethe nos muestra cómo trabajar: Observar. Evitar el análisis. Aferrarse a estar presente. En el trabajo del cuarto camino, no pensamos ni extrapolamos nuestro camino a la comprensión; tratamos de permanecer aquí y ahora, viendo, dejando que venga la comprensión cuando esta lo desee. 

Cuando uno entra al camino... comienza a ganar control
sobre el propio rasgo principal. Antes que entres al camino, 
el rasgo principal te controla.
Robert Earl Burton

 
Un primer paso en el trabajo sobre los rasgos es tratar de observar y neutralizar las actitudes que brotan de ellos, las que disparan las emociones negativas recurrentes. Preguntarse en medio de una emoción negativa favorita: “¿Qué actitud es la que se destaca ahora?” Al saber qué actitud está produciendo negatividad, podemos trabajar para establecer actitudes para contrarrestarlas –disolventes, como Ouspensky las llamaba– que  disuelvan las actitudes dañinas y restablezcan la presencia. 

La consideración externa es uno de los mejores remedios para los propios rasgos.
Robert Earl Burton

También podemos llegar a los rasgos desde otro punto de vista. Los rasgos están demasiado preocupados con sus propios objetivos para ser capaces de pararse afuera de una situación y ver lo que es mejor, tanto para uno como para el otro. Si el rasgo de vanidad considera insignificante a una persona y no lo bastante importante para prestarle atención, tenemos que hacer un esfuerzo para considerarla. Si nuestra condición básica es forzarlo todo (rasgo de poder), entonces intentaremos controlar y manipular a los demás para que hagan lo que nosotros queremos sin que importe cómo se sientan. El sueño conducido por los rasgos no puede ser considerado exteriormente con los demás, por lo que la consideración externa es un modo maravilloso para echar luz en el mundo interior. ¿Qué necesita la otra persona? ¿Qué requiere realmente esta situación?

Cuando la comprensión se profundiza, vemos gradualmente que el rasgo principal penetra nuestros centros como una tintura. Esto no es alguna peculiaridad menor o un mal hábito que solo podamos decidir cambiar y de pronto se habrá ido. Todo el molde de nuestro pensamiento, el tenor de las reacciones emocionales, el estilo y la postura de nuestros movimientos, cómo entramos y salimos de un cuarto, cómo interactuamos con los demás y conducimos las relaciones, cada rincón y grieta de las manifestaciones de las funciones, está teñida por nuestro rasgo principal. Este es el actor principal que maneja nuestra vida.

En cierto punto, nos horrorizamos ante la enormidad de la tarea. El rasgo, como notara Ouspensky, siempre toma las decisiones. A cada momento estamos tomando decisiones, durmiendo alegremente en los muchos ‘yoes,’ excepto que no somos nosotros los que tomamos las decisiones: es el rasgo principal.

El rasgo principal es feroz, insaciable. Si controlamos el rasgo principal estamos vivos y despiertos; si somos controlados por él, estamos dormidos y en el limbo.
Es una situación de vida o muerte.
Robert Earl Burton

 
Comenzamos a sentirnos desamparados, trabados en batalla con un enemigo implacable, ahogados en la tintura de nuestra actitud emocional hacia nosotros, la que solo parece que no nos la podamos sacudir. Es interesante que esto sea exactamente lo que Gurdjieff le hizo notar a Ouspensky cuando hablaba del rasgo principal:

El estudio de la falla principal y la lucha en su contra constituyen… el camino 
individual de cada hombre, pero el propósito debe ser el mismo para todos. 
Este propósito debe ser poder darse cuenta de la propia nada.
G. I. Gurdjieff


 

Liberarnos del lazo de las emociones negativas conducidas por el rasgo es una ruta importante para soltar nuestra esencia, la que no puede manifestarse y crecer en un ambiente interior negativo. La esencia es el puente crítico a los centros superiores, a nuestras posibilidades reales. No es algo que podamos esquivar. Y cuando nos encontremos lidiando con el rasgo principal, puede ser que un suave llamado a nuestra esencia con la simple palabra interior Niño, que susurra un ángel con la invitación a ser abiertos a la alegría del momento como lo hacen los niños, suelte la frágil postura de los rasgos y topes y permita que entre el presente; este llamado puede que atraviese el sinsentido desde una dirección inesperada y eleve nuestro estado. Más que confrontar con el rasgo y tratar de echarlo al suelo, el suave susurro Niño cambia con destreza nuestra atención a un plano enteramente diferente: relajarse y abrirse alegremente al momento. Este es el camino del hombre astuto. En vez de fortalecer a nuestro enemigo peleando con él en el sótano de nuestro ser –y con ello haciéndolo más real de lo que es– Niño se vuelve y nos eleva al techo para tener una clara visión del cielo azul.  

Esencialmente, con el fin de despertar
uno debe seguir mirando hacia arriba y no hacia abajo.
Robert Earl Burton

 
R.H. 


  


 
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