Dama con armiño, Leonardo da Vinci, Museo de Cracovia |
LA ATENCIÓN
El
hombre tiene un cuerpo con cuatro funciones que todos podemos reconocer: una
función instintiva que se ocupa del funcionamiento interno del cuerpo y de los
cinco sentidos con que percibe el mundo que lo rodea, una función motriz que le
permite moverse y relacionarse con el espacio y el tiempo en que está inmerso,
una función intelectual que le permite pensar y analizar ideas y, por fin, un
centro emocional con el que puede relacionarse con las impresiones que le
llegan del exterior, con la naturaleza y con otras personas.
Además de la división en dos
partes, positiva y negativa que, como vimos, no es lo mismo en los diferentes
centros, cada uno de los cuatro centros se divide en tres partes. Estas tres
partes corresponden a la definición misma de los centros. La primera parte es
“mecánica” e incluye los principios motrices e instintivos, o uno de ellos que
predomina; la segunda es “emocional” y la tercera es “intelectual.” Peter D. Ouspensky, Psicología de la evolución posible del hombre.
Las
partes de los centros tienen distintos grados de atención y, como sostener la
atención requiere usar mayor cantidad de energía, por una economía natural,
esta atención tiende a caer en el nivel de consumo mínimo de energía.
Esta
primera parte de cada centro, que Ouspensky llama “mecánica,” es la parte con
que se realizan las tareas más simples y automáticas de cada centro. No requiere atención y podemos llamarla la
parte que puede funcionar con atención “distraída.” Con ella, podemos caminar a oscuras de noche por la casa sin
gran peligro de accidente, podemos hacer las complicadas operaciones químicas
en nuestro aparato digestivo sin saber cómo ni notarlo, podemos responder una
pregunta concreta, como cuánto es el doble de cuatro o qué día nacimos y
podemos responder adecuadamente al saludo de un conocido que nos ve pasar
cruzándonos por la calle. En estos
ejemplos se nota que, en realidad, usamos la información que cada centro
involucrado tiene en su memoria. Por eso
justamente no precisamos prestar demasiada atención para hacerlo.
La
parte “emocional” es la que se activa cuando hay un estímulo para el que con la
memoria no alcanza. Si tropezamos cuando
caminamos distraídamente, de inmediato atendemos de qué manera tratar de caer;
si la comida nos sabe mal, prestamos atención a si en realidad estará en buen
estado; si escuchamos hablar en un idioma que no es el materno pero que
entendemos, la atención se dirige a conectarse con ese idioma y, por fin, si
nos encontramos con una persona que no conocíamos, tendremos interés en
conocerla mejor o en alejarnos de ella según la impresión que nos cause. Pero esta atención emocional, “atraída desde
afuera,” tiene un cierto impulso y luego tiende a desaparecer en el nivel
mecánico.
Es
para aprender que precisamos el nivel “intelectual,” que también podemos llamar
"intencional.” La primera vez que
subimos a una bicicleta debemos prestar mucha atención a los movimientos para
no caernos, la primera vez que caminamos solos por una ciudad desconocida,
instintivamente estamos atentos al camino que tomamos para evitar perdernos sin
remedio, si deseamos aprender una teoría científica la estudiamos con atención y la primera vez que intentamos reconocer el
sonido de un instrumento en particular en medio de una orquesta, intentamos
distinguirlo de los otros sonidos conocidos.
Por supuesto, una vez aprendida cada cosa, esta va a parar a la memoria
de cada centro correspondiente y ya no requerimos más prestar tanta atención y,
muchas veces, casi ninguna.
Dicen
las tradiciones esotéricas que el hombre tiene un Ser interior que es divino,
pero que normalmente el hombre no se conecta con él. El Cuarto Camino dice que el hombre no se recuerda, que tiene
centros superiores a los cuatro mencionados, pero que no los puede detectar. Y esto sucede porque no les presta atención. El corazón o centro emocional puede
detectarlos y atenderlos, pero para ello debe comenzar por dirigir su atención
a lo que ocurre en el presente. Sobre
ese esfuerzo se basa cualquier trabajo para desarrollar la conexión con esta
parte divina dentro de nosotros, que solo es posible si la atención es
intencionalmente mantenida en el nivel en que puede ver, a la vez, lo que sucede dentro de nosotros y en el entorno. En tanto no dejemos de vivir dentro del nivel
de atención automática, aún con ocasionales aumentos de su nivel, no podemos
hacer nada, porque la atención volverá a distraerse. Por eso se requiere un método de esfuerzo
continuo.
Rodea tu templo interior. Hafiz
Hugo
F.
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