domingo, 16 de marzo de 2014

LA NATURALEZA DEL TRABAJO SOBRE SÍ – Parte 1


“Estamos hechos de manera que podamos vivir en cuatro estados de consciencia pero,  tal como somos, solo utilizamos dos: uno cuando estamos dormidos y el otro cuando estamos en lo que llamamos estar “despiertos,” es decir, en este estado actual en el que podemos conversar, escuchar, leer, escribir y así sucesivamente. Pero estos son solo dos de cuatro estados posibles. El tercer estado de consciencia es muy extraño. Si se nos explicara qué es el tercer estado de consciencia, comenzaríamos a creer que ya lo tenemos. El tercer estado se puede llamar consciencia de sí y, la mayoría de las personas, si se les pregunta, dice: ‘¡Por cierto que somos conscientes!’ Cierto tiempo, o esfuerzos repetidos y frecuentes de observación de sí son necesarios antes de que reconozcamos realmente el hecho de que no somos conscientes; que solo somos potencialmente conscientes. Si se nos pregunta decimos: ‘Sí, lo soy,’ y por ese momento lo somos pero, al momento siguiente dejamos de recordarnos y no somos conscientes. Así, en el proceso de observación de sí nos damos cuenta de que no estamos en el tercer estado de consciencia, de que vivimos solo en dos. O vivimos dormidos o en un estado de vigilia que, en el sistema, se llama consciencia relativa. El cuarto estado, que se llama consciencia objetiva, no nos es accesible pues solo puede alcanzarse mediante la consciencia de sí, es decir por darse cuenta primero de uno mismo, para que mucho después podamos arreglarnos para llegar al estado de consciencia objetiva.” (Peter D. Ouspensky, El cuarto camino, Capítulo 1)

Carta X, La rueda de la fortuna,
© Tarot Camoin-Jorodovsky
Lo que dice Ouspensky no es distinto de lo que se encuentra en cualquier otra escuela de la historia. Por ejemplo, la escuela del Tarot, que algunos ubican históricamente en la época de la Orden del Temple y otros la remontan al Antiguo Egipto, nos dejó las  cartas que llevan su nombre.

La carta de la izquierda nos muestra tres animales que pugnan por ascender hacia el trono de la parte superior. Puesto que el animal de  la derecha viene ascendiendo con cara de codicia y el de la izquierda viene bajando con cara de resignación, se ve que la rueda gira hacia la izquierda. En tanto, el animal de la parte de arriba tiene cara triunfante y lleva una espada y una corona, mientras una capa le cubre sus hombros, al estilo de la realeza. Ese es el ‘yo’ que es el rey del momento, que ha desplazado al de la izquierda y que pronto será reemplazado por el que viene ascendiendo. Nótese que la rueda tiene una manivela que nadie controla.

“¿Qué aprendemos en este sistema? Primero, que no somos uno, sino que tenemos muchos ‘yoes,’ que no hay un ‘yo’ central en control. El resultado es lo mecánico: somos máquinas.” (Peter D. Ouspensky, El cuarto camino, Capítulo 1)

La naturaleza del universo, rueda holandesa del s. XV
Otra rueda, de origen holandés, muestra  una rueda que funciona dentro de una cabeza humana. En ella hay un rostro con expresión clara de estar en imaginación, donde se reproduce el tema general de l rueda anterior, pero en la que el sitio de la manivela sin conductor está tomado por un burro, personaje que más adelante encontraremos que tiene su significado.

También la imagen muestra una doncella velada por su propio cabello. Esta representa al corazón, el asiento del centro emocional, que Ouspensky describiera como “la parte emocional de la parte intelectual del centro emocional” en su Psicología de la evolución posible del hombre.

El corazón es, justamente, la parte que puede valorar la aparición del verdadero Ser.

Esclava circaciana en el Mercado de Constantinopla,
Raffaelle Monti, italiana ca.1851, Wallace Collection
Sin embargo, si el corazón duerme, los centros superiores también lo hacen, por lo que es necesario que aquel sea fuerte y despierte. Ouspensky se refiere también a esto:

El estudio de los centros y su relación entre sí también nos ayuda a comprender los centros y sus distintas velocidades. El centro intelectual funciona con H 48, los centros motor e instintivo con H 24,; el centro emocional debería funcionar con H 12, pero nunca recibe el combustible correcto y nunca funciona como debería, si lo pudiéramos hacer funcionar más rápido haría una gran diferencia para nuestras percepciones y demás facultades.” (Peter D. Ouspensky, El cuarto camino, capítulo 9)

Alicia encuentra la puerta detrás de la cortina, 
ilustración de George Tenniel

Puesto que los centros superiores deben funcionar también con H 12, esto explica la naturaleza misma del sueño del hombre. Como Alicia en la imagen de la izquierda, el hombre debe encontrar una llave que le permita superar esta limitación de su corazón.

Y esta llave la podemos encontrar representada en una escuela de comienzos de la historia: la del Antiguo Egipto.



Ramsés entre Horus y Seth, Escuela
del Antiguo Egipto
 A la derecha se ve que el faraón (en este caso el hombre), está sometido a dos clases de influencias internas. Desde su izquierda, Seth (su cuerpo, el ser inferior) le susurra ‘yoes’ sin cesar. Él es el responsable de los muchos ‘yoes’ que muestran las ruedas que hemos visto.

Desde su derecha, Horus (el mayordomo de Gurdjieff y Ouspensky), le susurra ‘yoes’ de trabajo que intentan despertarlo.

Sin embargo, en la primera de las ruedas hemos visto que hay una manivela que nadie empuña, y en la segunda hemos visto que hay un animal, el burro, que ocupa ese lugar haciendo que la rueda gire (y el burro es precisamente uno de los tantos símbolos del ser inferior).   


Eso es porque el hombre nace sin mayordomo, y debe esforzarse para conseguir uno. Y sin un mayordomo, no hay nadie que pueda detener el giro incesante de la rueda de la fortuna, de la rueda que lo lleva azarosamente de aquí para allá, mientras su corazón y su propio Ser verdadero duermen.


(Continuará)

H.F.


sábado, 8 de marzo de 2014

Recuerdo de sí, boletín de marzo de 2014



La transformación del sufrimiento



















El trabajo de purificar el corazón –al que los sufis llamaban pulir el espejo– comienza con el esfuerzo de no expesar emociones negativas, sea externa o internamente. En tanto les demos rienda suelta, es difícil observarlas y hacerse libres de ellas. El punto crítico es este: no podemos transformar las emociones negativas ni el sufrimiento mientras expresemos negatividad.

Esto va tanto en contra la naturaleza del quejoso ser inferior que los mismos esfuerzos por evitar la expresión pueden producir momentos de presencia. Al interrumpir el comportamiento básico del ser inferior, nos despertamos a nuestro ser.



Transformar el sufrimiento, a diferencia de rechazarlo, es un principio dador de vida.

Transformamos el sufrimiento en presencia, en tanto que el ser inferior lo usa
para tener lástima de sí mismo.
Robert E. Burton



Todo nuestro trabajo para no expresar negatividad, nuestros esfuerzos por liberarnos de nuestros requisitos de la vida, nuestros intentos de sostenernos en el presente divino, todo esto contribuye a crear un espacio interior para tomar parte del sacramento más misterioso con respecto al sufrimiento: el sacramento de la aceptación. De hecho, la raíz y el significado real del verbo sufrir en ingles es aguantar, en el sentido de “permitir que las cosas sean, facilitándoles continuar sin obstáculos, aceptándolas sin calificarlas ni quejarse.” (Girard Haven). Cristo presenta el ejemplo supremo en la historia. Él no buscaba la copa, pero cuando llegó, la aceptó y no culpó a nadie. Aceptar lo que nos sucede de todo corazón, sin rechazos, lástima de sí mismo ni expresiones de negatividad, es el comienzo de algo enteramente nuevo, de un nuevo ser, desde más allá de los límites del antiguo ser, entrando paso a paso en el momento viviente.



¿Por qué no me pongo de rodillas más profundamente para aceptaros, hermanas inconsolables y, rindiéndome, me pierdo en vuestros cabellos sueltos?

Rainer Maria Rilke


El proceso de transformar el sufrimiento es tan inusual, tan personal y tan sagrado que las palabras son inadecuadas para describirlo. Pero podemos ofrecer algunos pensamientos sobre el proceso…

Desde un punto de vista práctico, debe notarse que el sufrimiento es un agente de fijación para cualquier actitud que sea suprema en nosotros durante la experiencia.
Esto trae consigo un a seria responsabilidad. Todos conocemos ejemplos de sufrimientos de personas que resultan en la fijación de amargura, sarcasmo, desesperación y de la negatividad más profundamente atrincherada. Esto puede evitarse solo mediante elegir simplemente recordarse a sí mismo y transformar las emociones negativas en el estado de pesencia.

La transformación del sufrimiento no es asunto de apretar los dientes ni de nefasta resignación. La aceptación no es un proceso pasivo; es más bien una forma de actividad elevada que require nuestra energía y comprenión más refinadas, nuestra presencia plena y persistente. Los sufis tienen un término especial para esta aeptación –rida– una palabra no traducible que significa perfecta satisfacción con la Voluntad de Dios, un a aceptación activa, voluntaria y agradecida en la compensión de que lo que está ocurriendo no es un error o un injusticia sin significado, sino más bien un regalo que pretende ser para nuestro crecimiento.

¿A qué conduce esta transformación?

Transformado correctamente el sufrimiento aumenta mucho la profundidad y duración de la presencia. Nos damos cuenta de que el sufrimiento no es malo ni injusto, es decir que a veces es necesario y un regalo dador de vida que nos abre a una visión de la vida purificada, más  creativa. La consciencia se expande más allá de nuestra noción acostumbrada de quiénes somos. Surge una nueva comprensión interior de nuestro lugar en el universo, acompañada por una genuina humildad. Sentimos una creciente compasión por nosotros mismos y por los demás. Una dulce suavidad y amabilidad entra en nuestra relación con la vida, un nuevo sentimiento de unidad. Tras pruebas importantes de transformación, vemos el mundo con ojos más amables y con menos juicios, como un niño que vaga maravillado por los campos, sin expectativas ni requisitos, aceptando y agradeciendo los momentos cuando estos llegan.

Ir más allá del aislamiento y la prisión que el er inferior lucha por mantener, disolver los límites artificiales de nuestro mundo: este es el principio de lo que los Sufis llaman aniquilación. No podemos pasar por el ojo de la aguja y emerger en Dios con una maleta llena de emoiones negativas y requisitos.  El pequeño, irreal, rígido, interminablemente infeliz ser inferior que juzga gradualmente se disuelve y quedamos abiertos a las dimensiones místicas del ser.

Llegó el Amor y me vació del ser;
cada vena y cada poro
se hizo un contenedor para llenarse con la Amada.
De mí, solo quedó un nombre;
el resto eres tú, Amiga mía, mi Amada.
Abu Sa’id Abil-Kheir




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