“Estamos hechos de manera que podamos vivir en cuatro estados de
consciencia pero, tal como somos, solo
utilizamos dos: uno cuando estamos dormidos y el otro cuando estamos en lo que
llamamos estar “despiertos,” es decir, en este estado actual en el que podemos
conversar, escuchar, leer, escribir y así sucesivamente. Pero estos son solo
dos de cuatro estados posibles. El tercer estado de consciencia es muy extraño.
Si se nos explicara qué es el tercer estado de consciencia, comenzaríamos a
creer que ya lo tenemos. El tercer estado se puede llamar consciencia de sí y, la mayoría
de las personas, si se les pregunta, dice: ‘¡Por cierto que somos conscientes!’
Cierto tiempo, o esfuerzos repetidos y frecuentes de observación de sí son
necesarios antes de que reconozcamos realmente el hecho de que no somos
conscientes; que solo somos potencialmente conscientes. Si se nos pregunta
decimos: ‘Sí, lo soy,’ y por ese momento lo somos pero, al momento siguiente dejamos
de recordarnos y no somos conscientes. Así, en el proceso de observación de sí
nos damos cuenta de que no estamos en el tercer estado de consciencia, de que
vivimos solo en dos. O vivimos dormidos o en un estado de vigilia que, en el
sistema, se llama consciencia relativa. El cuarto estado, que se llama
consciencia objetiva, no nos es accesible pues solo puede alcanzarse mediante
la consciencia de sí, es decir por darse cuenta primero de uno mismo, para que
mucho después podamos arreglarnos para llegar al estado de consciencia objetiva.”
(Peter D. Ouspensky, El cuarto camino, Capítulo 1)
Carta X, La rueda de la fortuna,
© Tarot Camoin-Jorodovsky |
Lo que dice Ouspensky no es distinto
de lo que se encuentra en cualquier otra escuela de la historia. Por ejemplo,
la escuela del Tarot, que algunos ubican históricamente en la época de la Orden del Temple y otros la
remontan al Antiguo Egipto, nos dejó las
cartas que llevan su nombre.
La carta de la izquierda nos muestra
tres animales que pugnan por ascender hacia el trono de la parte superior. Puesto
que el animal de la derecha viene
ascendiendo con cara de codicia y el de la izquierda viene bajando con cara de
resignación, se ve que la rueda gira hacia la izquierda. En tanto, el animal de
la parte de arriba tiene cara triunfante y lleva una espada y una corona,
mientras una capa le cubre sus hombros, al estilo de la realeza. Ese es el ‘yo’ que es el rey del momento, que ha desplazado al de la izquierda y que
pronto será reemplazado por el que viene ascendiendo. Nótese que la rueda tiene una manivela que
nadie controla.
“¿Qué aprendemos en este sistema? Primero, que no somos
uno, sino que tenemos muchos ‘yoes,’ que no hay un ‘yo’ central en control. El
resultado es lo mecánico: somos máquinas.” (Peter D.
Ouspensky, El cuarto camino, Capítulo 1)
La naturaleza del universo, rueda holandesa del s. XV
|
Otra rueda, de origen holandés,
muestra una rueda que funciona dentro de
una cabeza humana. En ella hay un rostro con expresión clara de estar en
imaginación, donde se reproduce el tema general de l rueda anterior, pero en la
que el sitio de la manivela sin conductor está tomado por un burro, personaje que
más adelante encontraremos que tiene su significado.
También la imagen muestra una doncella velada por su propio cabello.
Esta representa al corazón, el asiento del centro emocional, que Ouspensky describiera como “la parte emocional de la parte
intelectual del centro emocional” en su Psicología
de la evolución posible del hombre.
El corazón es, justamente, la parte que puede valorar
la aparición del verdadero Ser.
Esclava circaciana en el Mercado de Constantinopla,
Raffaelle Monti, italiana ca.1851, Wallace Collection |
Sin embargo, si el corazón duerme, los centros
superiores también lo hacen, por lo que es necesario que aquel sea fuerte y
despierte. Ouspensky se refiere también a esto:
“El estudio
de los centros y su relación entre sí también nos ayuda a comprender los
centros y sus distintas velocidades. El centro intelectual funciona con H 48, los
centros motor e instintivo con H 24,; el centro emocional debería funcionar con
H 12, pero nunca recibe el combustible correcto y nunca funciona como debería,
si lo pudiéramos hacer funcionar más rápido haría una gran diferencia para
nuestras percepciones y demás facultades.” (Peter D. Ouspensky, El cuarto
camino, capítulo 9)
Alicia encuentra la puerta detrás de la cortina,
ilustración de George Tenniel
|
Puesto
que los centros superiores deben funcionar también con H 12, esto explica la
naturaleza misma del sueño del hombre. Como Alicia en la imagen de la
izquierda, el hombre debe encontrar una llave que le permita superar esta
limitación de su corazón.
Y esta
llave la podemos encontrar representada en una escuela de comienzos de la historia: la del Antiguo Egipto.
Ramsés entre Horus y Seth, Escuela del Antiguo Egipto |
A la
derecha se ve que el faraón (en este caso el hombre), está sometido a dos
clases de influencias internas. Desde su izquierda, Seth (su cuerpo, el ser
inferior) le susurra ‘yoes’ sin cesar. Él es el responsable de los muchos
‘yoes’ que muestran las ruedas que hemos visto.
Desde
su derecha, Horus (el mayordomo de Gurdjieff y Ouspensky), le susurra ‘yoes’ de
trabajo que intentan despertarlo.
Sin
embargo, en la primera de las ruedas hemos visto que hay una manivela que nadie
empuña, y en la segunda hemos visto que hay un animal, el burro, que ocupa ese lugar
haciendo que la rueda gire (y el
burro es precisamente uno de los tantos símbolos del ser inferior).
Eso es porque el hombre nace sin mayordomo, y debe
esforzarse para conseguir uno. Y sin un mayordomo, no hay nadie que pueda
detener el giro incesante de la rueda de la fortuna, de la rueda que lo lleva
azarosamente de aquí para allá, mientras su corazón y su propio Ser verdadero
duermen.
(Continuará)
H.F.
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