Hace un mes
se dijo que los hombres tienen una máquina o cuerpo que puede ser de distintos tipos, básicamente regidos por la
manera en que funcionan sus glándulas endocrinas y con diferente nivel de
actividad en sus centros para cada individuo.
Cuando uno
tropieza con esta información, a veces puede dedicar tiempo y esfuerzos en
tratar de entender estas teorías, quizás con la expectativa de que al
comprenderlas estará a un paso de transformarse en un ser distinto y más
poderoso, quizás hasta inmortal.
En cierta
etapa de la búsqueda, este nuevo conocimiento puede otorgar un nuevo punto de
vista sobre la situación general del hombre y sugerir muchas nuevas
comprensiones. Sin embargo, a la luz de
ciertas evidencias que puede encontrar en el estudio, el tema no parece ser el
más relevante para llegar a ser este ser distinto que busca.
Porque la
característica más importante de cualquier
máquina humana, centrada en la función que sea, es su imposibilidad de estar libre de imaginación con solo proponérselo.
El hombre no tiene, corrientemente, la voluntad
necesaria para eso. Por lo tanto, aunque pueda experimentar momentáneamente la
presencia de su Ser Superior o verdadero Yo, debe someterse a resignarse a que
la imaginación lo domine de nuevo.
Por alguna
razón, sin embargo, la humanidad ha tenido caminos a la consciencia, al despertar de la divinidad interior, que se
relacionan con los que en la nota anterior a la que ahora nos referimos, llamamos
centros de gravedad.
El llamado
primer camino es el que Gurdjieff llamó camino del fakir, donde se busca el
desarrollo de la consciencia tratando de dominar el centro instintivo-motor,
las picas o tréboles de las cartas de juego, procurando encontrar, a través de
ellos, la emotividad necesaria como para generar la presencia de su Ser
Superior.
Rodney
Collin, el discípulo más avanzado de Ouspensky, lo describe de manera magistral
mencionando que este toma lo que en occidente se conoce como ascetismo y que,
quien trata de seguir este camino, básicamente usa técnicas de hatha-yoga,
tratando de dominar sus funciones físicas y venciendo
al dolor que esto implica. Dice que trata así de transmutar este dolor en voluntad.[1]
Fakir en Benarés, India, 1907 –
Foto de Herbert Ponting – Wikimedia Commons
Rodney Collin dice, sin embargo: “En este camino, no entran ni la cuestión del motivo ni la de la
comprensión. El fakir puede estar ganándose la vida de la única manera posible
para él; el anacoreta que se tortura puede estar tratando de olvidar una mujer;
el atleta o acróbata superlativo puede tener hambre de publicidad. No importa.
Llevar al cuerpo consistentemente más allá del dolor y morir para el miedo a la
muerte es un hecho irrespetuoso de los motivos. Quien lo haga puede crear un
alma. Su alma está hecha de valentía.”[2]
El llamado segundo camino es el camino del monje. En él el aspirante trata de trabajar con una
mezcla de lo que se llaman misticismo y caridad. Collin dice que es el
camino de lograr consciencia dominando
la función emocional, dominando el miedo.
En él recibe situaciones que, en general, lo fuerzan a superar su miedo o su
desagrado tratando de encontrar el amor, el éxtasis. Puede aceptar la pobreza,
el celibato, la obediencia a un superior, puede separarse del mundo privándose
de ciertas emociones, a cambio de hallar en él una emoción más elevada.
San Francisco de Asís, Francisco de Zurbarán, c. 1645 –
Museo de Bellas Artes de Lyon – Wikimedia Commons
Dice Collin sobre este camino: “Aquí, está claro, el motivo es
de importancia primaria aunque la comprensión no lo sea.Un hombre que sea
caritativo con el fin de que piensen bien de él, no adquirirá nada aunque todas
sus inclinaciones naturales sean sacrificadas en el proceso.Porque en este
camino es la emoción y no el hecho lo que gira la llave. Sin emoción positiva
todo esfuerzo visible será fingido, obstaculizando más que ayudando al
crecimiento interior; con amor el resultado puede obtenerse sin que un hombre
se de cuenta siquiera de la dificultad de lo que hace. Su alma está hecha de
bondad.”[3]
El tercer camino, que Gurdjieff llamó camino del yogui, es
el del trabajo sobre el control de los pensamientos, sobre el dominio de la
función intelectual o de los diamantes en el mazo de cartas de juego. Es lo que
los antiguos griegos llamaron la filosofía. Rodney Collin nos recuerda que “en
este camino un hombre se dedica a sujetar el vagar sin sentido de la mente al
patrón de las leyes cósmicas” y que trabaja tratando de dejar de lado sus
propias ideas subjetivas buscando la objetividad de su conocimiento.
Platón, Anónimo – Museo Pio Clemetino, Vaticano –
Foto de Marie-Lan Nguyen (2006) – Wikimedia Commons
Dice que: “Para
tener éxito en este camino, un hombre debe comprender lo que hace y por qué.
Debe sacrificar el engaño de sí, el prejuicio y la inconsistencia. Su alma debe
estar hecha de sabiduría.”[4]
Un hecho relevante es que todos estos caminos requieren
ambientes especiales: la cercanía de un maestro directo, un monasterio, una
academia de estudios… Pero como no todos pueden estar en situación de conseguir estas
condiciones especiales y, lo que es más importante, no todos pueden recordar lo
aprendido allí en el cambiante momento a momento de la vida, hay aún un cuarto camino a la consciencia. En él,
el hombre debe trabajar con lo que ofrezca cada instante de su vida, tratando
de conseguir la energía emocional necesaria para evocar su Ser Superior. A cada
momento, mientras vive su vida, trata de que este Ser, su Ser verdadero, esté
presente.
Cuenta para ello con ‘yoes’ de trabajo, que tratan de
ayudarlo a ser dueños de su vida enfrentando al incesante torrente de
imaginación que conforman los ‘yoes’ que de manera mecánica intentan ocupar
todo su espacio psicológico. Con estos ‘yoes’ puede librar su batalla, segundo
a segundo… Más adelante veremos que esto le da una posibilidad. Que esto es la “píldora del hombre astuto” de
la que hablaba Gurdjieff…
Respecto al Cuarto Camino, Ouspensky, uno de sus más
prolíficos ecritores de obras dedicadas a su difusión, mantiene el siguiente
diálogo:
“P: ¿Cualquiera puede
tomar el cuarto camino?
R: No, porque necesita
comprensión y esfuerzos. Uno debe estar preparado para hacer esfuerzos.
P: ¿Cómo puede alguien
decir si ha encontrado el camino correcto para él?
R: Por los resultados.
Usted encuentra un sistema y comienza a trabajar. Luego de un tiempo será capaz
de decir lo que ha obtenido de él… Uno no puede conseguir nuevas ideas de
manera correcta sin un cierto cambio.”[5]
Hasta la próxima.
[1] Rodney Collin, The Theory of Celestial Influence, Arkana-Penguin Books, 1993, Cap XV, II, page 237+ [Teoría de la influencia celestial, traducción propia, pág. 237+].
[4] Obra citada, pág. 239.
[5] Peter D. Ouspensky, The Fourth Way, Chap. 4, [El cuarto camino, Cap. 4, traducción propia].
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