jueves, 15 de agosto de 2013

LA ATENCIÓN

Dama con armiño, Leonardo da Vinci, Museo de Cracovia




LA ATENCIÓN


El hombre tiene un cuerpo con cuatro funciones que todos podemos reconocer: una función instintiva que se ocupa del funcionamiento interno del cuerpo y de los cinco sentidos con que percibe el mundo que lo rodea, una función motriz que le permite moverse y relacionarse con el espacio y el tiempo en que está inmerso, una función intelectual que le permite pensar y analizar ideas y, por fin, un centro emocional con el que puede relacionarse con las impresiones que le llegan del exterior, con la naturaleza y con otras personas.
 

Además de la división en dos partes, positiva y negativa que, como vimos, no es lo mismo en los diferentes centros, cada uno de los cuatro centros se divide en tres partes. Estas tres partes corresponden a la definición misma de los centros. La primera parte es “mecánica” e incluye los principios motrices e instintivos, o uno de ellos que predomina; la segunda es “emocional” y la tercera es “intelectual.” Peter D. Ouspensky, Psicología de la evolución posible del hombre.



Las partes de los centros tienen distintos grados de atención y, como sostener la atención requiere usar mayor cantidad de energía, por una economía natural, esta atención tiende a caer en el nivel de consumo mínimo de energía.

Esta primera parte de cada centro, que Ouspensky llama “mecánica,” es la parte con que se realizan las tareas más simples y automáticas de cada centro.  No requiere atención y podemos llamarla la parte que puede funcionar con atención “distraída.”   Con ella, podemos  caminar a oscuras de noche por la casa sin gran peligro de accidente, podemos hacer las complicadas operaciones químicas en nuestro aparato digestivo sin saber cómo ni notarlo, podemos responder una pregunta concreta, como cuánto es el doble de cuatro o qué día nacimos y podemos responder adecuadamente al saludo de un conocido que nos ve pasar cruzándonos por la calle.  En estos ejemplos se nota que, en realidad, usamos la información que cada centro involucrado tiene en su memoria.  Por eso justamente no precisamos prestar demasiada atención para hacerlo.

La parte “emocional” es la que se activa cuando hay un estímulo para el que con la memoria no alcanza.  Si tropezamos cuando caminamos distraídamente, de inmediato atendemos de qué manera tratar de caer; si la comida nos sabe mal, prestamos atención a si en realidad estará en buen estado; si escuchamos hablar en un idioma que no es el materno pero que entendemos, la atención se dirige a conectarse con ese idioma y, por fin, si nos encontramos con una persona que no conocíamos, tendremos interés en conocerla mejor o en alejarnos de ella según la impresión que nos cause.  Pero esta atención emocional, “atraída desde afuera,” tiene un cierto impulso y luego tiende a desaparecer en el nivel mecánico.

Es para aprender que precisamos el nivel “intelectual,” que también podemos llamar "intencional.”  La primera vez que subimos a una bicicleta debemos prestar mucha atención a los movimientos para no caernos, la primera vez que caminamos solos por una ciudad desconocida, instintivamente estamos atentos al camino que tomamos para evitar perdernos sin remedio, si deseamos aprender una teoría científica la estudiamos con atención  y la primera vez que intentamos reconocer el sonido de un instrumento en particular en medio de una orquesta, intentamos distinguirlo de los otros sonidos conocidos.  Por supuesto, una vez aprendida cada cosa, esta va a parar a la memoria de cada centro correspondiente y ya no requerimos más prestar tanta atención y, muchas veces, casi ninguna.

Dicen las tradiciones esotéricas que el hombre tiene un Ser interior que es divino, pero que normalmente el hombre no se conecta con él.  El Cuarto Camino dice que el hombre no se recuerda, que tiene centros superiores a los cuatro mencionados, pero que no los puede detectar.  Y esto sucede porque no les presta atención.  El corazón o centro emocional puede detectarlos y atenderlos, pero para ello debe comenzar por dirigir su atención a lo que ocurre en el presente.  Sobre ese esfuerzo se basa cualquier trabajo para desarrollar la conexión con esta parte divina dentro de nosotros, que solo es posible si la atención es intencionalmente mantenida en el nivel en que puede ver, a la vez, lo que sucede dentro de nosotros y en el entorno.  En tanto no dejemos de vivir dentro del nivel de atención automática, aún con ocasionales aumentos de su nivel, no podemos hacer nada, porque la atención volverá a distraerse.  Por eso se requiere un método de esfuerzo continuo.


Rodea tu templo interior. Hafiz
  
Hugo F.

  

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